
Ay... Darín, de nuevo.
Ya echaba de menos el toque mágico de sus películas. El toque costumbrista repleto de adrenalina que nos activa el neocórtex cuando más lo necesitamos.
Una película bella, dura, agridulce con más toques de miel de lo habitual, aunque el escozor de la guindilla no deja de pillarnos por sorpresa.
Soy fan y seguiré siéndolo, ya vais a ver...
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